Enrique Meneses, contado por los suyos

La muerte y su guadaña llegan siempre de imprevisto, aun cuando impregnan la habitación durante días, de una forma constante e imperceptible, como un ruido blanco. Poco antes de la medianoche del 6 de enero, se llevó al reportero Enrique Meneses, a los 83 años, y su hija Bárbara se quedó entumecida. «Ha fallecido en el Hospital de la Paz de Madrid, tras una larga lucha por vencer el cáncer. En estos momentos me siento extraña. Por una parte, me alegro muchísimo de que haya puesto fin a su sufrimiento físico y las dificultades con las que se encontraba en las últimas semanas, cuando ya no podía hacer las cosas que siempre quiso hacer. Por otro lado, siento un sinfín de emociones confusas que marcan los buenos momentos vividos junto a él y los momentos más desafiantes de nuestra relación», reconoce en un post emocionado.

La despedida a este periodista incombustible tenía que encontrar su lugar, necesariamente, en blog y redes sociales. «Decía que ‘por su sangre corría tinta… y un poco de whisky’, en sus últimos años discurrieron también los bits de Internet, siendo uno de los pocos periodistas de su edad que se apuntó con pasión a la tecnología», cuenta la periodista y escritora Rosa María Artal. Tras una larga trayectoria en medios comoParís-Match, Life y Radio Europa 1, instaló su cuartel general en la Red. «En los últimos años, renació con entusiasmo gracias al fervor que le mostró gente joven que estudia periodismo o que está interesada en esa profesión. Hizo muchísimos nuevos amigos, se abrió como nunca antes lo había hecho y vivía gracias al entusiasmo que sus palabras e ideas despertaban en los demás. Mi padre ha sido una voz incansable llamando a los jóvenes a despertar y a usar su imaginación como antídoto a la crisis que nos asola», añade Bárbara Meneses.

Bárbara Meneses: «Mi padre ha sido una voz incansable llamando a los jóvenes a despertar»

Javier F. Barrera, fundador y productor de 1001Medios.es, yRosa Jiménez Cano, especialista en tecnología en El País, son parte de esa nueva generación de profesionales que creció al abrigo de Meneses. «Ha muerto una de las personas que más quiero y más me enseñó. Gracias y eterno descanso», ha tuíteado Jiménez Cano como homenaje. Barrera se niega a rendirse a la tristeza y propone una despedida alegre entre quienes fueron sus amigos: Juan Luís Sánchez, subdirector de eldiario.es; Gumersindo Lafuente, fundador de soitu.es;Cesar Calderón, director ejecutivo de la Fundación Pensamiento Público CIPP; Pilar Velasco, periodista de la cadena SER y Chiara Cabrera, responsable de comunidades online de la Obra Social Caja Madrid. «Vamos a organizarle una despedida con mariachis y tequila», publica en su perfil. «Hoy nace el mito, la leyenda de Meneses, que no morirá nunca mientras haya periodistas que la contemos, aunque hoy las lágrimas broten a borbotones, empañen gafas y pantallas, duela que se mata el corazón y nos sintamos todos como huérfanos por el vacío y la ausencia. Ahora sí, podemos llamarle Maestro, y no nos regañará», concluye el fundador de 1001Medios.es.

No es el único que lo reivindica como referente. Una legión de internautas desconocidos para el gran público destapa sus recuerdos del periodista. «Tengo el honor de aparecer en la columna de amigos del blog de Enrique. Más que un amigo, me he considerado siempre un fan, y de los hartibles. Pero Enrique me adoptó como amigo. Lo conocí al hacer la música para el documental Cien Miradas de Enrique Meneses. Desde entonces no he dejado de pensar que él es una asignatura pendiente para el mundo del periodismo. Su humanidad se desparramaba», apunta el músicoGuillermo Sánchez de Cos Suárez. En la misma línea se sitúa Miguel Ángel Maya. «Con diecinueve años gané un premio de novela muy menor que decidí invertir en un largo viaje por Latinoamérica. Era un viaje que siempre había querido hacer, pero desde que anuncié mi decisión hasta el día que me marché, no hubo un solo día en que aquellos que me querían no intentaran que desistiera de mi propósito. No me sentí legitimado para explicarles que yo necesitaba vivir aquella aventura hasta que leí una entrevista con Enrique Meneses. En aquel entonces era para mí un viejo, que había estado en Sierra Maestra, que había vivido aventuras; pero un tipo que hablaba con un entusiasmo que, hasta entonces, yo había atribuido sólo a la juventud», relata.

Javier F. Barrera, fundador de1001Medios.es: «Vamos a organizarle una despedida con mariachis y tequila»

Javier Valenzuela, ex-director adjunto deEl País, se queda con una enseñanza del reportero. «De Enrique Meneses retengo una gran lección: el periodista no se rinde. Siempre surgen nuevas herramientas tecnológicas, siempre hay reajustes de formatos, siempre hay crisis de modelos de negocios, nada de esto es nuevo, pero lo esencial permanece y permanecerá: la curiosidad, el compromiso con la verdad, la empatía con las víctimas y el rechazo a los verdugos», apunta.

Los de la vieja guardia, como Gervasio Sánchez, fotógrafo y periodista del Heraldo de Aragón especializado en conflictos armados, defienden que Meneses fue mucho más que un fotero juntaletras que dio una lección a los nativos digitales. «Hace casi 20 años llegó a Sarajevo en pleno cerco salvaje. Tenía la edad de mi padre y seguía yendo a las guerras porque amaba el periodismo como el primer día. Me impresionó verle subir las escaleras del hotel Holiday Inn -el ascensor nunca funcionaba- a pesar de sus dificultades respiratorias. Me reí mucho cuando me contó que había engañado a su familia diciéndole que se había ido a un safari a Kenia»,plasma Sánchez en su blog. Meneses pasa a la historia como el primer periodista que convivió con Fidel Castro y Ché Guevara, en Sierra Maestra, durante la Revolución Cubana. También fue corresponsal en Oriente Medio y la India, además de cubrir la guerra del Canal de Suez y las de Rodesia, Angola y Bangladesh. «Fue una persona indómita. Completamente indomable. Él contaba que, en sesenta años de profesión, no había estado jamás en una rueda de prensa», describe Javier F. Barrera.

Rosa María Artal: «La tristeza por su muerte se alivia pensando que Enrique Meneses hizo lo que quiso hasta el final»

Fran Sevilla, Corresponsal de Radio Nacional en América Latina, lo recuerda bien. «La última vez que estuvimos juntos fue hace unos pocos años en La Habana, compartiendo un seminario sobre Corresponsales de Guerra. Cargaba, junto a su cámara y su bloc de notas, la botella de oxígeno que le permitía seguir respirando. Y con un sentido del humor que estaba a prueba de cualquier falta de aire, Enrique desgranaba un sin fin de anécdotas, desde las más hilarantes a las más dramáticas, con esa capacidad de no darse importancia que tienen quienes han sido verdaderamente importantes», rememora. Su compañero de fatigas, el periodista Ramón Lobo, que ha pasado los últimos veinte años guiando a los lectores por la trastienda de los conflictos bélicos, conserva una imagen similar. «Recuerda como si fuera ayer su discurso en la ceremonia de entrega del premio Cirilo Rodríguez de honor. Habló durante unos quince minutos, o más. Narró su apasionante viaje-expedición de El Cairo a El Cabo. El público que le escuchaba quedó hechizado», relata. «Meneses representa la épica de un tiempo extinto. De los grandes viajes, las grandes aventuras. Ninguna época anterior fue mejor pero olvidarlas y despreciarlas es el primer paso de cualquier desastre», defiende Lobo en su página.

Alfonso Armada, director del Máster de ABC/UCM y editor de FronteraD, destaca su vitalidad. «Meneses era de esos hombres que no enseñaba lo que sabía, sino lo que era. Tengo sus memorias –Hasta aquí hemos llegado– entre un libro de Gay Talese y otro de David Remnick. Es casualidad, pero en realidad no lo es. Primero le admiré, luego le quise, y al final le seguía admirando. Le conocí demasiado tarde, porque en Sarajevo no tuvimos tiempo de hablar largo y tendido. Era una lección: de vida y de periodismo, algo que, en todo gran reportero, va indisolublemente unido. Hasta el último aliento. Pura vida», dice con cariño. «Enrique era fantástico», se le une el escritor Fernando Sánchez Dragó. «Escribía y fotografiaba sin juzgar, sin condenar, sin absolver, sin esas ínfulas de moralina que tienen quienes confunden el culo de la información con las témporas de los misioneros. Su cámara y su pluma eran tan asépticas y tan certeras como el bisturí de un cirujano», añade. «Gracias a él estuve en lugares donde nunca he estado y viví acontecimientos que no presencié: Sierra Maestra, el asesinato de Kennedy, Ruanda, Sarajevo… Su muerte me alcanza y me hiere, en justa correspondencia, en uno de los pocos sitios donde él nunca estuvo: Laos. Poco antes de salir hacia aquí, aun en Madrid, hablé por teléfono con él y le prometí que iría a recogerlo a su casa para llevarlo a cenar a la de Jesús González-Green, junto a Miguel de la Quadra, José Manuel Novoa, Tacho y otros reporteros de la vieja guardia. Él era, por edad, saber y gobierno, el capitán. Nos hemos quedado sin guía», lamenta.

Gervasio Sánchez, sin embargo, no se privó de darle un último adiós. «Le visité en su casa hace dos semanas. Le abracé y le besé durante un largo minuto. Hablamos durante casi dos horas. De periodismo, de fotografía, de la vida. Me sorprendió su entereza porque sabía que tenía los días contados. Me enseñó la maqueta de su gran libro fotográfico que no ha podido ver publicado. Me despedí acariciándole la mano consciente de que seguramente sería la última vez que lo vería vivo. En las conversaciones telefónicas recientes transmitía un gran cansancio como si todo dependiera de un hilillo, pero nunca se olvidaba de mandar besos para la familia. Me han contado que no dejó de hablar de periodismo hasta que cerró sus ojos para siempre», reseña.

Artal prefiere ser optimista. «Se va un día de niebla espesa. Con un país que se desmorona y nos encoge aún más el corazón, pero la tristeza por su muerte se alivia pensando que Enrique Meneses hizo lo que quiso hasta el final», sentencia.

 

Publicado por Zoom News el 8/1/2013. Escrito por Aurora Muñoz.

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